En los últimos años, la sensibilidad de los consumidores a los precios ha ido cambiando, algo que suele ocurrir casi siempre en momentos de crisis. El caso es que, de manera paralela, los precios han ido subiendo hasta cifras no vistas en décadas. Según la última estimación del INE sobre el IPC, la inflación en febrero se ha situado en el 7,4%, lo que supone un incremento de más de un punto con respecto a enero, cuando fue del 6,1%.
Esta progresión está relacionada con las subidas generalizadas de la mayor parte de los precios de los alimentos y de los carburantes y combustibles. A lo que se han sumado los efectos de la pandemia y el conflicto de Ucrania. Una abrupta escalada desde febrero de 2021, cuando el IPC aumentó un 0,3%. Desde entonces no ha dejado de crecer. Pero además, hay que destacar que estas cifras son las más elevadas desde 1989. Y las previsiones para los próximos meses no son muy positivas. Incluso las predicciones más conservadoras sobre el IPC hablan de una subida anual del 5% al finalizar el año 2022.
En cualquier caso, lo que está claro es que los precios no van a bajar y que los consumidores y los profesionales del marketing deben estar preparados para que aumenten incluso más de los previsto.
¿Qué supone esto para las empresas y marcas?
En un contexto en el que los precios determinarán muchas decisiones de compra, las marcas se verán obligadas a reajustar sus estrategias y que tengan que ingeniárselas para convencer a los consumidores de que su marca ofrece valor suficiente para pagar por ella. Eso sí, no se trata de un entorno nuevo, ya que los efectos de la pandemia ya apuntaban en esta dirección. La crisis de precios será una prueba de fuego para valorar si se ha creado una marca valiosa, una en la que los consumidores quieren invertir su dinero porque consideran que vale la pena.
Pero además, las empresas tendrán que reajustar tanto lo que venden como la manera en que lo venden. El pasado otoño, las grandes compañías ya comenzaron a reducir la cantidad de producto para ocultar la subida de precios, pero se trata de un arma de doble filo. Y es que, además de no ser visto con buenos ojos por parte de los consumidores, la cantidad que puede reducirse tiene un límite.
Tal vez, el aumento de los precios y la subida de los costes lleven a recuperar modelos que ya funcionaron en la crisis anterior, cuando la marca blanca experimentó su época dorada y consiguió afianzar posiciones. Lo que es evidente es que los profesionales del marketing tendrán que afrontar este desafío y no perder de vista los precios.
